“No existe mayor creatividad que la que tiene el hombre para hacer daño”. Eso ha dicho mi profesora de filosofía hoy en clase. “No existe mayor creatividad que la que tiene el hombre para hacer daño”. Según lo ha dicho, una amiga y yo hemos sacado los móviles y hemos apuntado la frase. Creo que el resto de “compañeros” no ha reparado en su grandeza y razón.
Ésta ha venido porque estaba explicando la antropología de Rousseau, que es en cierto modo misántropa. Comenzó a utilizar la verborrea propia de la gente que trata la filosofía -una verborrea que me gusta-,y acabó derivando en esto: en el odio de los hombres hacia los hombres y su creatividad cuando se trata de hacer daño. Ella puso como ejemplo la cantidad de “instrumentos” de tortura que se utilizaron durante la inquisición. Yo, más extremo, pensé en la bomba atómica. Todo muy duro pero real.
Hemos desarrollado culturas, inventado religiones, elaborado escritos, descubierto el mundo y lo hemos reinventado; y así un largo etcétera.
Pero en lo que no había caído en la cuenta es en la cantidad de “medios” que hemos creado para dañar a nuestros semejantes: desde una simple piedra a cuchillos tan pequeños como nuestra madurez; desde grandes cañones a gases silenciosos que nos ahogan en dolores perennes.
Es desalentador descubrir lo mucho que avanzamos en lo bélico. Algunos escudarían estos avances en la necesidad de “protección”; otros en la necesidad de “sobrevivir”; y otros en la necesidad de “matar a aquellos que burlan nuestra protección porque necesitamos sobrevivir”.
Me recorre el cuerpo un escalofrío sólo de pensar en el gran abanico de posibilidades que poseemos para matarnos. Es funesto.
“No existe mayor creatividad que la que tiene el hombre para hacer daño”.
Bang.