3/11/11

We can fly.




¿Sabes? He llegado a la conclusión de que nos drogamos para dejar de sentir, para dejar de ser pesimistas y responbables y ser un poco felices. Dejar de sentir, sí. Olvidar el dolor y ser felices. Sí. Y volar un poco más alto de lo que nos habían permitido cuando éramos pequeños. Quiero dejar de sentirte.



"-¡So puta! Hiciste subir la cuenta en la bodega a trece setenta y cinco, ¿eh?
-No sé.
Tenía el vestido por encima de las rodillas.
-¡So puta!
-¡No me llames puta!
-¡Trece setenta y cinco!
-¡No sé de qué me hablas!
Subí encima de ella, le eché la cabeza hacia atrás y empecé a besarla, sintiendo sus pechos, sus piernas, sus caderas. Ella lloraba.
-No... me llames... puta... no, no... ¡sabes que te amo, Harry!
Me aparté de un salto y me planté en el centro de la alfombra.
-¡Vas a saber lo que es bueno, nena!
Madge se rió sin más.
Me acerqué la cogí, la llevé al dormitorio y la tiré en la cama.
-¡Harry, pero si acabas de salir del hospital!
-¡Lo cual significa que tengo dos semanas de esperma en la reserva!
-¡No digas cochinadas!
-¡Vete a la mierda!
Salte a la cama, desnudo ya.
Le alcé el vestido, besándola y acariciándola. Era un montón de mujer-carne.
Le bajé las bragas. Luego, como en los viejos tiempos, me encontré dentro.
Le di ocho o diez meneos, tranquilamente. (...)
Debía en la bodega trece setenta y cinco, más dos cajas de seis botellas, más los puros y los cigarrillos y debía al Hospital General del condado de los Angeles doscientos veinticinco dólares, y debía al sucio japonés setenta dólares, y había algunas facturas más, y nos abrazábamos con fuerza y las paredes se cerraban.
Lo hicimos."

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