¡Que se te cae el alma a los pies y el corazón se lo come tu gato!
Y enciendes la lámpara de tu escritorio y coges un cigarro del paquete escondido entre la ropa interior y fumas como si de algo fantástico se tratara. Y no te echo del todo menos. Un poco, eso sí.
Y fuma. Y fuma. Y fúmame.
¿Qué ropa te toca mañana? A mí una camisa de cuadros, comos siempre. A ti una sonrisa fresca y algo viva. Quizás un poco de música no estaría mal:
Cuando deje de tener la voz rota susurraré a tu oído el código secreto de mi corazón para que se lo digas al gato y así pueda conocerme mejor y volar muy lejos y fumar hasta la muerte. Porque los restos, restos son de una mala noche rodeado de ropa sucia y clavos arrancados de la pared para empezar algo, algo que antes parecía imposible, ¿no?
Y bebe. Y deja de beberme. Ya.
¡NO!
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