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Hoy es el aroma
de su sexo lo que me despierta.
Hoy la sangre
hierve como siempre he deseado.
Nuestros padres
nos hablaron,
cuando ni tú ni
yo nos preocupábamos por nuestro futuro,
de la
importancia de la experiencia.
Porque la
experiencia es vida
y esta
conforma nuestra esencia.
Yo tuve una
compañera de viajes
con la que
compartí todo lo que supe,
todo lo que
viví, todo lo que ocurrió.
Tuve una
compañera de viajes
hasta que me
invadió la enfermedad, levantando
una enorme
muralla en torno a mí, reflexionando
sobre la
brevedad del momento.
Compartí todo
lo que había llegado a sentir
con ella, mi
compañera de viajes,
mi intrépida y
valiente compañera
de vida.
Quizá, en algún
momento, también tuve
un amor sobre
el que escribir.
Pero fui, he
sido y soy tan egoísta
que solo sé
hablar de mí
y de la
experiencia.
¿Tuve una
compañera de viajes,
de aventuras,
de vida al fin y al cabo?
¿Tuve un amor
que creó recuerdos,
que fue parte
de la experiencia?
Hoy no es el
aroma de su sexo lo que me ha despertado.
Hoy la sangre
ha ardido, pero no se ha sentido siquiera.
He sido
afortunado, amiga,
pero eso no es
suficiente
cuando se trata
de seres insaciables
o, como otros
dirían, malcriados.
Producto del
deseo de una mayor experiencia.
(una de otras muchas cartas
que circulan
entre Madrid
y Santa fe)
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