Duele quererte. Duele. Duele mucho. Consume con ansia y duele.
Aquel día, aquel primer puto día que hablé solo, que hablé conmigo mismo, que hablé con el otro “yo”. Desde aquel día todo es diferente, desde el color de las paredes a la textura de mi piel. “Loco, loco” decían. Hijos de puta. Loco, sí. Enfermo, sí. Vuestro odio me ha vuelto loco.
Ella me manda escribir estos (denominados por ella) diarios. Ella no tiene nombre. Bueno, sí tiene nombre, pero no me lo ha dicho. Dice que “es mejor cuanto menos sepa”. Qué hija de puta mentirosa. ¿Por qué todos mienten? ¿Por qué nadie sonríe cuando me mira?
Me hace mucha gracia cuando se pasa el pelo por detrás de la oreja. Me recuerda a las niñas de la guardería, cuando se pasaban el pelo por detrás de la oreja porque al jugar les molestaba. Era tan simpático de pequeño.
A veces sueño que todo arde. A veces veo fuego y me siento líquido. A veces siento; y la verdad que no está nada mal sentir. Nunca me siento culpable, eso sí. Ah, las bombillas queman tanto. Tanto como me cansa escribir.
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