- ¿Se ha sentido alguna vez alejado de la realidad?
- ¿Perdona?
- Que si se ha sentido alguna vez alejado de la realidad… inconsciente de lo que ocurría a su alrededor.
- Eso no es de tu incumbencia.
- Vamos a ver, si quiere que su estancia aquí sea lo más agradable posible, le aconsejo que conteste a mis preguntas; si no, me aseguraré de que su hogar le parezca el lugar más hospitalario del mundo.
- Sí.
- ¿Sí qué?
- Que sí me he sentido alejado de la realidad.
- Explíquese.
- ¿Crees en Dios?
- ¿Cómo dice?
- Que si crees en Dios… Allah, Yahveh, La Santísima Trinidad , Shang Di…
- Creo que no lo está entendiendo. Yo hago las preguntas y usted responde. Simple.
- Cuando era pequeño y mis padres se iban de viaje, algo que hacían muy a menudo por cierto, mi abuela venía a casa y cuidaba de mí. Mi abuela era católica, muy religiosa. Antes de ir a dormir me obligaba a rezar. Mi abuela decía que rezando entrabas en contacto con Dios, hablabas con él, le contabas tus problemas y preocupaciones… y como sabrás Dios no existe.
- No le entiendo.
- Si al rezar entraba en contacto con Él, me alejaba de la realidad, pues me acercaba a algo inexistente, a una idea o a algo inferior. Me acercaba a un mundo inexistente, irreal.
- Ya. ¿Oye voces en su interior?
- No.
- ¿Seguro?
- Sí.
- Cuando volvía a casa después del colegio, ¿sentía miedo?
- No.
- ¿Qué sentía?
- Lo mismo que siento cuando la observo.
- No se pase de listo. ¿Podría explicarlo?
- Es como si estuviese harto, asqueado, aunque sólo te vea un par de horas al día, pero estoy harto y asqueado. Harto de ti, de tu olor, de tu presencia, de tu mirada y sonrisa, de tu pelo rizado. De todo.
- ¿Sería capaz de matarme?
- ¿Cree en Dios?
- Sí.
- No, no sería capaz de matarte.
- Entonces, si siente lo mismo cuando está conmigo que cuando estaba con su familia, ¿por qué a mí no y a ellos sí?
- Porque tu Dios me habló y me dijo que los matase.
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