Ser de derechas es lo más “in” actualmente. Ser de extrema derecha es rozar la cima.
Lo somos sin conocer las bases ideológicas que caracterizan a cada una, pero lo somos.
Es lo que se lleva. ¿Y por qué es lo trendy? Fácil: tenemos un gobierno que no está gestionando todo lo bien que debería una dura crisis económica; gobierno que también ha relegado leyes y promesas estrella hechas durante su campaña electoral.
Lo preocupante no es que nuestro gobierno nos falle, que de por si lo es. Lo preocupante es el poco o mínimo criterio de los ciudadanos a la hora de votar. A veces la alternativa no es buena, y en este caso, no lo es.
Pero hay algo que me preocupa muchísimo. Algo oscuro y místico está creciendo en el alma de los ciudadanos: la devoción al fascismo. Antes de la crisis eran los de siempre, los que apoyaban un nuevo gobierno fascista, un resurgir de la homofobia, del racismo, de la misoginia, del fervor incondicional al catolicismo, etcétera.
Pero cada día son más, más inhumanos que buscan la solución a los problemas en el odio. Y cada día son más los que apoyan al fascismo, defienden el franquismo, y nunca han vivido ninguno de los dos casos. Cada día son más los jóvenes y menos las personas mayores.
Debemos luchar contra la intransigencia de aquellos que tratan de imponernos su moral antidemocrática y portan la bandera de la intolerancia, pues todos somos, ante todo, personas.
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